viernes, 10 de mayo de 2019

Las Buitreras. Por José Ángel Grau Fernández



En la periferia oriental del Parque Natural de Los Alcornocales y a caballo de los municipios de Cortes de la FronteraBenarrabá y Benalauría, se encuentra este espectacular Monumento Natural del Cañón de las Buitreras, del que sorprende la verticalidad de sus paredes y los más de 100 metros de profundidad, que llegan a ser 200 en la Garganta de las Buitreras.

El bosque es un auditorio natural de aterciopelados sonidos de VIDA. Un enorme hospital de equilibrio personal. Un museo de arte ancestral y vivo. Historia natural, con sus tierras corridas, sus aguas afiladas, cuchillos hacedores de grandes cañones, aire, guijarros, fauna, flora, VIDA




La naturaleza es generosa con quien ose adentrarse en sus tupidos senderos de plantas saborías, sin cancelas, ni papeleras, ni gritos, ni máquinas expendedoras de sueños irreales.

El equilibro se encuentra insertado en un espectáculo de imágenes imborrables, con dos zorreznos inquietos en su particular casita atrincherada, capaces de alegrarnos la visita. Qué caras, qué criaturas… Así mismo, los jabalíes hozan la tierra húmeda que trajo el río, cargada de recuerdos de plástico y vidrio de otros tiempos, que nocturnamente dejaron allí abandonados como diciéndonos: ¿Por qué lo hacéis?

Más adentro, una playa fluvial con guijarros suaves, lisos, frescos y abarrotados de musgo. En el cielo, desde el principio, reinando con suma y bella calma, los buitres. Decenas… Quizá cientos de ellos. Y roca arriba, el milagro: un espectáculo televisivo sin testigos, solo con la mirada y la calma frente a la roca viva y blanca, y quietos… los buitres y sus crías. Espectáculo ancestral. Rito de la naturaleza y la crianza. Millones de años de evolución y nosotros, aquí, de visita.
Puente de Los Alemanes.

En rededor, una vía del tren interminable, adaptada a la agreste montaña. Una tuneladora que dejó su firma en la tranquilidad de aquellos seres, estas plantas, el agua, los peces… Más allá, el puente de los alemanes, que construyeron belgas, puliendo un túnel de mina en la roca viva, milenaria, quién sabe si asesina con quien no la acaricia, respeta y observa en lontananza.

Y todo esto es la vida: ríos que fluyen, flora que brota y fauna que vive. Me gusta ser coloquial en eso de cazar. Dice la RAE que es “entender algo rápidamente”. Para mí es eso, y no lo formal, que despieza el lienzo que millones de años de evolución han construido. En grupo, mejor, con personas que entienden, como tú, de lo necesario que es irse del bosque, dejándolo, si puede ser, mejor de lo que lo encontraste, nunca peor.

José Ángel Grau Fernández, es profesor, ejerciendo su profesión en el Colegio Público Cristo Rey de San Pablo de Buceite, a la vez que escritor.
Reside en la localidad alicantina  de Rafal, limítrofe con Orihuela, tanto que últimamente las dos localidades, se disputan la titularidad de una calle. Se siente paisano  de Miguel Hernández, además de ferviente admirador. Por ese motivo el pasado 28 de marzo, se desplazó ex proceso, a nuestra localidad, con motivo de la presentación de la revista Estrechando, dedicada a su paisano, componiendo unos versos para la ocasión.
Muy amablemente nos ha enviado este articulo, que gustosamente damos publicación. 

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